La mejor aportación que el Movimiento Memorialista Democrático puede
hacer a la construcción y cohesión de la Unidad Popular es unirse
Se hace necesario decir algo en estos momentos, en los que el
movimiento memorialista democrático parece haber decaído después de
tiempos de esplendor, ocultado por otros movimientos cívicos vinculados a
una situación de emergencia social en la que están en juego las
necesidades básicas de millones de personas. Hay que recordar que, años
atrás, cuando la mayoría social pensaba que éramos los nuevos ricos
-aunque algunos predecíamos la hecatombe a la que nos llevaba el
neoliberalismo, y así tratábamos de explicarlo en nuestros escritos-, el
memorialista era uno de los pocos movimientos sociales capaz de romper
los cercos mediáticos y de movilizar a muchos sectores de la sociedad.
Estamos viviendo un proceso histórico en el que más que nunca se ha
evidenciado que deshistoriar las relaciones sociales y políticas es uno
de los instrumentos más eficaces con los que cuentan las clases
dominantes para mantener su dominio cultural y, a través de él, su
dominio económico y político. Esa es la importancia principal de
mantener vivo el movimiento memorialista democrático.
Como militante comunista, siempre he pensado y creído firmemente que
mi obligación era luchar contra la injusticia allá donde se encontrara.
Creo que en un mundo plagado de injusticias lo más decente que puede
hacer una persona es ser comunista, y esto, para mí, no sólo es una
cuestión semántica, sino que supone un compromiso firme con unas
convicciones ideológicas y una forma de entender la vida muy
determinadas que chocan con la cultura dominante. A menudo, se está
diciendo, desde la izquierda, que la bandera roja y la hoz y el
martillo, o la bandera tricolor, son símbolos del pasado que asustan a
la gente, pero los símbolos son muy importantes. Al igual que la cara es
el espejo del alma, los símbolos son el espejo del pensamiento.
Ocultarlos, argumentando cuestiones tácticas o estratégicas, forma parte
del discurso de la ambigüedad que podrá proporcionar votos, pero con el
que no se conseguirán grandes cambios si a la hora de la verdad no hay
un horizonte claro: un proyecto político en el que se diseñe un nuevo
modelo de estado, un nuevo modelo social y un nuevo modelo económico. Un
proyecto político que hunda sus raíces en las ideas y sueños de los que
nos precedieron en la lucha por la Justicia y la Libertad y adaptado a
los nuevos tiempos. Los votos deben conseguirse por haber ganado la
hegemonía, no por adaptar el discurso a la cultura dominante, ya que la
cultura dominante es -como decía Karl Marx- la cultura de la clase
dominante. Y en estos momentos ,buena parte de los de abajo -como se
está llamando a las clases populares- tienen bien arraigada en su
pensamiento y su forma de actuar en la vida cotidiana, la cultura
dominante. La ruptura de los cercos mediáticos, a la hora de ganar la
hegemonía es fundamental, ya que la mayor parte de los medios de
comunicación están en manos de los de arriba -tal como se está
denominando a las clases dominantes y a la oligarquía-. La comunicación a
través de Internet, es un elemento no desdeñable, pero no podemos
olvidar que son los de arriba los que controlan las comunicaciones y
también usan la red para divulgar su ideología.
Los Foros por la Memoria nacieron con la idea de que la Memoria
Democrática -en aquellos momentos la denominábamos Memoria Histórica-
fuera uno de los ejes de reconstrucción de la izquierda –desde y con su
pluralidad, y entendiendo el anarquismo como parte de la misma- tras la
derrota sufrida por las clases populares al final del siglo XX, y ante
la evidencia clara de que, tras la caída de los regímenes denominados de
socialismo real del centro y este europeos, la aseveración de Fukuyama
sobre el “fin de la Historia” y la desaparición de las ideologías, se
habría paso lo que se ha dado en llamar “pensamiento único” que, en la
práctica, no es otra cosa que mantener que los postulados del
neoliberalismo (democracia formal, en apariencia, más mercado libre y
desregulado), como ideología del capitalismo, son lo único aceptable,
negando todo pensamiento que contradiga estos principios. En esos mismos
momentos, Jorge Bush (hijo) hablaba de la implantación del “nuevo orden
mundial”, que no era otra cosa que imponer, por activa (mediante la
guerra), o por pasiva (a través de “revoluciones” naranjas), el marco
necesario para el desarrollo del capitalismo global. Al mismo tiempo, la
derrota provocó la desaparición de referentes reales y el desarme
ideológico de la izquierda europea en general –y de la española en
particular, con sus peculiaridades-, que se dejó arrastrar por las
tendencias ideológicas triunfantes tras la larga lucha que se desarrolló
a escala mundial durante todo el siglo XX. Ante esta situación,
influidos por diversas lecturas (Antonio Gramsci, Marta Harnecker, Peter
Weiss, Howard Zinn, James Petras, Chomsky y otros), análisis sobre la
realidad que nos rodeaba y la práctica militante de base que
desarrollábamos en el Centro Social Haydée Santamaría, que nos daba
resultados positivos, algunos llegamos a la conclusión de que se hacía
muy necesario buscar referentes históricos positivos que ayudasen a la
izquierda a reconstruirse ideológicamente y ser capaz de luchar contra
la cultura dominante, para reconstruirla también organizativamente, con
el objetivo de que las clases populares dominadas pudieran dotarse de
los instrumentos de lucha y organizaciones necesarios para combatir la
implantación de un régimen político y económico injusto, basado en el
“darwinismo” social, implantado a través de una aparente democracia en
unos casos y de la fuerza en otros.
Nuestros objetivos eran y son todavía:
1.- Construir un frente masas en el ámbito de la lucha cultural e ideológica.
2.- Recuperar la ilusión por la utopía.
3.- Recuperar principios éticos, sociales y políticos
4.- Luchar por los Derechos Humanos, tanto políticos, como sociales y económicos.
5.- Superar el lastre de la denominada Transición.
6.- Recuperar el prestigio de la izquierda y del movimiento
libertario por su lucha contra el fascismo, a través de la puesta en
valor de la historia de sus militantes.
7.- Recuperar el trabajo de base como elemento principal de lucha.
8.- Recuperar la Memoria Democrática.
Todos estos años he trabajado bajo esas premisas, con aciertos y
errores, pero intentando siempre hacer honor a la palabra coherencia, y
es lo que he tratado siempre de transmitir a la organización. Es el
primer valor que un comunista debe mantener intacto en todo momento:
coherencia. Y la coherencia no es, ni más ni menos, que mantener en
consonancia lo que se dice con lo que se hace, alejándose del
posibilísimo y del oportunismo con el que habitualmente se actúa en la
sociedad en la que vivimos y, por ende, en muchas organizaciones
sociales, sindicales y políticas, en las que se confunde pragmatismo con
posibilísimo y se actúa con oportunismo ya que, en vez de mantener el
rumbo hacia objetivos y fines propios, se actúa en base a al momento,
sin evaluar los efectos a medio y largo plazo sobre los fines. Como se
ha constatado en numerosas ocasiones, hay que mantener el rumbo hacia el
horizonte marcado, sin desviarse, por muy difícil que sea, sabiendo que
la condición humana es un factor a tener en cuenta a la hora de
trabajar, ya que la condición humana lo condiciona todo.
A pesar del los vaivenes a los que el día a día nos somete, la
Federación Estatal de Foros por la Memoria durante todo ese tiempo no se
ha hecho más débil, sino que se ha fortalecido con cada trabajo y cada
propuesta. Contra viento y marea, con muy pocos recursos, ha sido capaz
de realizar trabajos que parecen imposibles una vez pasado el tiempo. Es
más, el día que hagamos el relato sobre los centenares del miles de
quilómetros y los miles y miles de horas dedicados, tratando de hacer
compatibles la acción política y social con nuestros trabajos
habituales, a algunos les parecerá increíble saber que existen personas
capaces de dedicar todo su tiempo libre a la lucha, sin pedir nada a
cambio. Es porque nuestra forma de entender la militancia no se basa en
tener un carnet, asistir a alguna que otra asamblea y, mientras tanto,
no hacer nada, sino que para nosotros, ser militante, es estar activo
continuamente. Desde la primera exhumación hasta la última, pasando por
las exposiciones, proyectos de investigación, artículos, libros,
películas, homenajes, monumentos, centenares de chalas de divulgación y
conferencias, demandas judiciales, jornadas, concentraciones,
manifestaciones, actos de desobediencia civil pacífica, nuestras páginas
web, referentes en el movimiento durante mucho tiempo, y el Primer
Congreso de Víctimas del Franquismo, fueron posibles gracias a la firme
voluntad de militantes dispuestos a acabar con la impunidad del
franquismo y poner en valor las ideas de todas y todos aquellos que nos
precedieron en la defensa de la Justicia y la Libertad. Activistas muy
activos, eso es lo que hemos aportado a la lucha por cambiar las cosas
durante todos estos años. Nuestra voluntad era contribuir a la
construcción de la izquierda del siglo XXI, del bloque histórico, del
que hablaba Antonio Gramsci y que hoy llamamos Unidad Popular que, para
que algunos lo entiendan, no se trata sólo de configurar coaliciones
electorales, sino la forma en que muchos creemos que tiene que
organizarse el pueblo para construir la sociedad justa, libre y
civilizada con la que soñamos. Las coaliciones a las que se está dando
ese nombre -aunque se llamen “Ganemos”, “Ahora” o cualquier otra nombre-
deben ser la representación electoral de esa Unidad Popular; del pueblo
organizado para ejercer el poder desde abajo. Construir Unidad Popular
es construir poder popular.
Hemos dado respuestas meditadas, debatidas, analizadas y, por tanto,
muy serias y sensatas, a cada cuestión relacionada con la memoria
democrática; desde la forma de entender las exhumaciones, pasando por
las cuestiones jurídicas, el rigor en la investigación o las cuestiones
ideológicas; todo ha sido meticulosamente estudiado para elaborar
propuestas y dar respuestas a la sociedad en su conjunto y al movimiento
memorialista en particular. Creo, sinceramente, que nuestra aportación
durante estos años, sin menospreciar la de otros colectivos, ha sido
fundamental para que los principios de Verdad, Justicia y Reparación
para las víctimas del franquismo se hayan asentado en el movimiento y en
las fuerzas políticas y sociales democráticas, para poner en valor las
ideas que defendieron y encontrar los nexos existentes entre el presente
y el pasado, así como dar un fuerte impulso al entendimiento de lo que
significan los Derechos Humanos en nuestra sociedad.
Nuestros principios se asentaron en un Ideario, elaborado para marcar
las líneas políticas e ideológicas alrededor de las que se movería la
organización. Y eso ha sido la columna ideológica plural alrededor de la
que se ha construido la organización. Somos una organización
político-social, ideológicamente plural y apartidista, muy bien definida
en nuestro ideario, que quiere ser un instrumento para todas las
ideologías emancipadoras, por lo que no somos excluyentes con las
mismas, pero entendemos que la mejor forma en que podemos ayudar en esta
lucha es siendo independientes de todas ellas y generar un consenso y
una cohesión interna entre los compañeros y compañeras que, desde
distintos pensamientos, se vinculan a nosotros. Queremos hacer verdad
aquello de que “no entierran hombres, sino semillas” y evitar los
errores que en el pasado nos llevaron a la desunión en la lucha contra
el enemigo común, en especial el sectarismo. Nuestra función no es ser
apéndice de otros, sino influir en otros para cambiar las tendencias y
que asuman nuestros planteamientos que son el resultado de las
experiencias, prácticas, estudios y análisis desarrollados a lo largo de
estos diez últimos años.
Siempre he mantenido que todos los cargos de dirección política y los
cargos públicos – en especial si son remunerados- deben estar
limitados, a lo sumo, en diez o doce años; en cualquier partido,
sindicato y asociación y, por supuesto en el Foro por la Memoria y la
propia Federación. Asimismo que quien debe dirigir las organizaciones
tiene que ser un ejemplo de trabajo y de coherencia. Por eso decidí que
mi obligación era dar paso a otros compañeros y empezar poco a poco a
centrarme en otros frentes de lucha aportando mi experiencia de tantos
años de militancia en movimientos sociales. Desde el movimiento vecinal
hasta el movimiento memorialista democrático, pasando por el Centro
Social Haydée Santamaría y el Foro por la Memoria he tratado de mantener
una coherencia sin renunciar a mi ideología y sintiéndome orgulloso de
ser comunista. Tal vez mis posiciones, como activista socio-político,
puedan haber entrado en contradicción en algunas ocasiones con las
políticas a corto plazo del Partido al que pertenezco (con periodos de
exclusión en los que me he seguido considerando miembro del mismo), pero
siempre desde la lealtad a los fines del mismo: un sociedad justa y
libre. También mi obligación era ser leal a todos los compañeros y
compañeras de la organización, teniendo en cuenta la pluralidad
ideológica de la misma.
Ahora, dejando de lado componendas personales, voy a volver a la
cuestión fundamental de este escrito: la situación de la Memoria
Democrática, su papel en estos momentos de cambio político y algunas
ideas sobre cuestiones políticas a desarrollar, así como la forma en que
algunos entendemos que debe construirse la acumulación de fuerzas
políticas y sociales -lo que Gramsci llamaba el bloque histórico”-
necesarias para derrotar a las fuerzas políticas que sostienen el actual
régimen y el proyecto político ultraliberal y ultraconservador que
encarnan y que lleva en su seno un modelo basado en la exclusión social
de una gran parte de la población para aumentar el enriquecimiento de
una minoría.
En primer lugar, deseo realizar, desde una posición constructiva, una
llamada de atención a las fuerzas políticas que hablan de la ruptura
del Régimen del 78. Quiero recordarles que hablar de ruptura del Régimen
del 78 sin acabar con la impunidad del franquismo, sin liquidar la
institución monárquica, reinstaurando la República, sin nacionalizar los
sectores estratégicos de la economía, usurpados por las oligarquías a
la sombra de la dictadura y la nada “modélica Transición”, y sin
recuperar la soberanía nacional frente a las élites económicas mundiales
y sus aliados políticos, no es más que un “brindis al Sol”. Luchar para
cambiar las cosas de verdad es luchar contra el Régimen del 78, sin
disfraces y sin ambigüedades. Se habla mucho de ello, pero muy poco
sobre lo que supone la ruptura y la hoja de ruta para llevarla a cabo.
Porque defender el Régimen del 78, en estos momentos, no es ni más ni
menos, que defender el “Nuevo Orden Mundial Imperial” que se está
imponiendo desde la caída de los regímenes de socialismo real del Este y
Centro Europa, por parte de las élites económicas, a través de
gobiernos títeres, elegidos por los pueblos, pero que actúan a espaldas
de los pueblos.
Si bien, hoy por hoy, no podemos acabar con el capitalismo, sí que
podemos luchar contra él para hacerlo retroceder y esto supone entender
cuestiones esenciales. Por un lado comprender que el fin del capitalismo
no es el de crear riqueza, sino el de acumular riqueza y, la
especulación es la mejor forma de acumular riqueza. Desde que se cambió
el patrón oro, por el patrón moneda, la especulación se ha transformado
en la forma más usual de extracción de plusvalías, frente a la forma
productiva. El cambio nuevamente del patrón moneda, para volver al
patrón oro, es fundamental para acabar con las políticas económicas de
carácter monetaristas que facilitan la especulación y regresar a
políticas económicas basadas en el valor real de la riqueza existente
para construir un nuevo tejido productivo. Esto sólo puede hacerse con
políticas fuertemente reguladores realizadas por un estado fuerte que
controle todos los sectores estratégicos de la economía para ponerlos al
servicio del pueblo. Ahora bien, para poder romper la situación actual
es muy necesario conocer el proceso histórico que nos ha llevado hasta
hoy, para entender donde está el origen del problema; ahí entra en juego
el papel de la Memoria Democrática, no sólo de nuestro país de países,
sino también del mundo. No se trata sólo de hablar de víctimas, sino,
también de quienes fueron los verdugos y de como se han ido adueñando de
todo aupándose sobre el exterminio de millones de hombres y mujeres
que, deseando un mundo libre y justo, se oponían a ellos.
La mejor aportación que el Movimiento Memorialista Democrático puede
hacer a la construcción y cohesión de la Unidad Popular es unirse. Pero
no utilizar la palabra “unión” como algo vacío, sino concretarlo en
acuerdos mínimos sobre cuestiones básicas. Para ello, se debería
realizar un gran congreso o conferencia donde todos vayamos con la mente
abierta y hagamos un gran ejercicio de generosidad para poder plasmar
en un documento único cuales son los factores de unión de todos y un
plan de trabajo. Un acuerdo de mínimos que sirva para fortalecer el
procesos de unidad del pueblo. La Memoria de los que nos precedieron en
la lucha debe formar parte de la argamasa, para hacerla más fuerte, de
la construcción de la Unidad Popular y la Historia debe ser elemento
fundamental para identificar la raíz del proceso que nos ha llevado a la
situación actual para actuar sobre la base que sustenta las relaciones
de dominio actuales.