Sobre el movimiento memorialista se perfila la sombra de una amenaza. Que nadie piense que la derecha española es una derecha liberal y moderada
El 24 de abril se cumplió un año desde que se celebró en Madrid la multitudinaria manifestación reivindicando justicia para las víctimas del franquismo. A lo largo de este periodo hemos intentando dar unidad al movimiento memorialista. Desde el principio, algunos vimos que sólo había posibilidad de encontrar esa unidad buscando un mínimo denominador común. Y éste, estuvo claro en las reuniones previas a aquella gran manifestación:
- Verdad, Justicia y Reparación
- Contra la Impunidad del franquismo
Ambas cuestiones servían para unir a todo el movimiento memorialista más allá de los distintos proyectos que cada asociación tenía. Poner a las víctimas del franquismo por delante, y la exigencia de la aplicación del Derecho Penal Internacional, nos brindaba un objetivo común.
A partir de ese momento se intentó eludir aquellas cuestiones que nos podían distanciar. Con mucho esfuerzo consensuamos un documento que sirviera para explicar, de forma más concreta, que significaban esas dos frases que utilizábamos como bandera, preservando la pluralidad del movimiento memorialista. Aquel documento nos brindaba el camino para mantener la unidad de acción que había permitido movilizar a muchos sectores sociales y miles de ciudadanos. Una unidad que algunos interpretamos como un instrumento para visualizar al movimiento memorialista como un solo bloque compacto y para realizar acciones concretas, enfocadas hacía la consecución de justicia para las víctimas del franquismo. Con el tiempo, hemos visto como aquella unidad era utilizada por algunas personas, incluidos dirigentes sindicales y políticos, de manera oportunista para lavar su imagen o presentarse como izquierda en los momentos previos a las elecciones. Algunos, intentábamos exportar la Plataforma a otros lugares y transformar las concentraciones que cada jueves se realizan en la Puerta del Sol en un referente, para que en cada ciudad y pueblo se hiciera lo mismo. Teníamos una oportunidad de oro para haber creado unas estructuras mínimas para movilizar constantemente a la población en cada pueblo y ciudad después de tantos años de lucha, pero el miedo de algunos a no poder controlar esas estructuras impidió que aquel proyecto saliera adelante.
Algunos no se dieron cuenta de que el objetivo, en este caso, era presionar a los poderes del estado, tanto al legislativo, como al ejecutivo y al judicial, a moverse en el sentido que el Derecho Penal Internacional les obliga. Se trataba, también, de presionar a los partidos con representación parlamentaria a que asuman sus obligaciones, y más cuando se tiene a favor para ello a las organizaciones de Derechos Humanos y al propio Comité de Derechos Humanos de la ONU que, con sus recomendaciones al Estado Español, nos da la razón.
Había disparidad de visiones acerca del caso Garzón, pero había acuerdo en interpretar los ataques al mismo como un intento de amedrentar a otros jueces que hubieran querido cumplir con su deber de aplicar las leyes para hacer justicia a las víctimas del franquismo, o aprovechar momentos del proceso que hay abierto contra él para reivindicar justicia para las víctimas.
Algunos no han comprendido que no es Garzón quien tiene la patente de la Memoria Histórica. Esa patente está en las fosas, las cárceles, en el exilio… y en el trabajo de base que las organizaciones memorialistas han realizado durante años y siguen realizando día a día. La Recuperación de la Memoria Histórica Democrática no debe ser un instrumento partidista para estrategias a corto plazo, sino un patrimonio de todas las fuerzas democráticas y, sobre todo, de todos los ciudadanos. El mejor homenaje que podemos hacer a los compañeros y compañeras represaliados es poner en valor los ideales que defendieron y hacerlos nuestros para luchar en estos momentos, no para obtener votos o justificarnos en momentos de vacío ideológico como los que vivimos.
Fuimos capaces de aceptar propuestas de quienes defienden el sistema de impunidad español al defender la mal denominada “Ley de Memoria” y la “Ley de Amnistía”, algunos de ellos recién incorporados al movimiento memorialista. A pesar de todo, la generosidad y la responsabilidad con la que algunas organizaciones actuamos, pensando en las víctimas del franquismo y lo que defendieron, permitió que la Plataforma Contra la Impunidad del Franquismo pudiera sobrevivir.
Esto tiene que cambiar. Tenemos que ser firmes en los principios y flexibles en los métodos y no al revés. Hay que retomar la cuestión y avanzar mediante consensos. No se trata de utilizar las noticias que genera un juez con proyección mediática para salir en la foto, sino de generar unas dinámicas de trabajo político y social que nos lleven a transformar en noticia lo que hacemos para que sea escuchado lo que decimos. Ha sido el esfuerzo realizado con las fosas, los libros, las charlas divulgativas, los documentales, las exposiciones y la construcción de redes de trabajo las que han creado la noticia y las que han posibilitado la toma de conciencia de miles de ciudadanos dispuestos a movilizarse; lo demás es humo que termina evaporándose.
El hecho de que dos organizaciones con puntos de vista distintos, la Federación Estatal de Foros por la Memoria y la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica, y las redes de personas y asociaciones que ambas han ido tejiendo a su alrededor a lo largo de la última década, hayan sido capaces de darse la mano con un objetivo mínimo común y que hayan coincidido en sus análisis, es la prueba evidente de que pueden hacerse cosas conjuntamente buscando puntos de unión y actuando con seriedad y sin tapujos. Es el trabajo el que marca las dinámicas de los movimientos, nadie puede arrogarse, ni instrumentalizar, impunemente el trabajo realizado por otros para defender objetivos e intereses que nada tienen que ver con la lucha por intentar poner en valor los ideales por los que millones de compañeros y compañeras dieron su vida.
Sobre el movimiento memorialista se perfila la sombra de una amenaza. Que nadie piense que la derecha española es una derecha liberal y moderada. Es heredera directa de las fuerzas que se sublevaron contra el Gobierno Democrático Legítimo y Legal de la II República. Basta escuchar las opiniones de muchos dirigentes del PP respecto a la Memoria Histórica para darse cuenta de que el poco apoyo recibido hasta ahora corre el riesgo de esfumarse y que intentarán, por todos los medios, destruir el movimiento memorialista. Sus abuelos les hicieron el trabajo sucio, y la recuperación de la memoria que realizamos señala directamente a los culpables, por eso harán lo que sea para acabar con el espíritu reivindicativo del movimiento. Intentarán que la cosa quede, a lo sumo, en exhumaciones desvinculadas de cualquier reivindicación de justicia, y mucho menos permitirán que el sentimiento de rebeldía que impregna este movimiento siga avanzando. En las elecciones municipales la situación se ha deteriorado bastante y en unos meses, si el PP consigue el gobierno, se deteriorará aún más. Por eso, la unidad es muy necesaria en estos momentos. Pero no una unidad baldía y hueca, sino una unidad basada en el consenso que las dos reivindicaciones básicas, expresadas al principio, y la acción concreta nos ha permitido tener.
El 24 de abril se cumplió un año desde que se celebró en Madrid la multitudinaria manifestación reivindicando justicia para las víctimas del franquismo. A lo largo de este periodo hemos intentando dar unidad al movimiento memorialista. Desde el principio, algunos vimos que sólo había posibilidad de encontrar esa unidad buscando un mínimo denominador común. Y éste, estuvo claro en las reuniones previas a aquella gran manifestación:
- Verdad, Justicia y Reparación
- Contra la Impunidad del franquismo
Ambas cuestiones servían para unir a todo el movimiento memorialista más allá de los distintos proyectos que cada asociación tenía. Poner a las víctimas del franquismo por delante, y la exigencia de la aplicación del Derecho Penal Internacional, nos brindaba un objetivo común.
A partir de ese momento se intentó eludir aquellas cuestiones que nos podían distanciar. Con mucho esfuerzo consensuamos un documento que sirviera para explicar, de forma más concreta, que significaban esas dos frases que utilizábamos como bandera, preservando la pluralidad del movimiento memorialista. Aquel documento nos brindaba el camino para mantener la unidad de acción que había permitido movilizar a muchos sectores sociales y miles de ciudadanos. Una unidad que algunos interpretamos como un instrumento para visualizar al movimiento memorialista como un solo bloque compacto y para realizar acciones concretas, enfocadas hacía la consecución de justicia para las víctimas del franquismo. Con el tiempo, hemos visto como aquella unidad era utilizada por algunas personas, incluidos dirigentes sindicales y políticos, de manera oportunista para lavar su imagen o presentarse como izquierda en los momentos previos a las elecciones. Algunos, intentábamos exportar la Plataforma a otros lugares y transformar las concentraciones que cada jueves se realizan en la Puerta del Sol en un referente, para que en cada ciudad y pueblo se hiciera lo mismo. Teníamos una oportunidad de oro para haber creado unas estructuras mínimas para movilizar constantemente a la población en cada pueblo y ciudad después de tantos años de lucha, pero el miedo de algunos a no poder controlar esas estructuras impidió que aquel proyecto saliera adelante.
Algunos no se dieron cuenta de que el objetivo, en este caso, era presionar a los poderes del estado, tanto al legislativo, como al ejecutivo y al judicial, a moverse en el sentido que el Derecho Penal Internacional les obliga. Se trataba, también, de presionar a los partidos con representación parlamentaria a que asuman sus obligaciones, y más cuando se tiene a favor para ello a las organizaciones de Derechos Humanos y al propio Comité de Derechos Humanos de la ONU que, con sus recomendaciones al Estado Español, nos da la razón.
Había disparidad de visiones acerca del caso Garzón, pero había acuerdo en interpretar los ataques al mismo como un intento de amedrentar a otros jueces que hubieran querido cumplir con su deber de aplicar las leyes para hacer justicia a las víctimas del franquismo, o aprovechar momentos del proceso que hay abierto contra él para reivindicar justicia para las víctimas.
Algunos no han comprendido que no es Garzón quien tiene la patente de la Memoria Histórica. Esa patente está en las fosas, las cárceles, en el exilio… y en el trabajo de base que las organizaciones memorialistas han realizado durante años y siguen realizando día a día. La Recuperación de la Memoria Histórica Democrática no debe ser un instrumento partidista para estrategias a corto plazo, sino un patrimonio de todas las fuerzas democráticas y, sobre todo, de todos los ciudadanos. El mejor homenaje que podemos hacer a los compañeros y compañeras represaliados es poner en valor los ideales que defendieron y hacerlos nuestros para luchar en estos momentos, no para obtener votos o justificarnos en momentos de vacío ideológico como los que vivimos.
Fuimos capaces de aceptar propuestas de quienes defienden el sistema de impunidad español al defender la mal denominada “Ley de Memoria” y la “Ley de Amnistía”, algunos de ellos recién incorporados al movimiento memorialista. A pesar de todo, la generosidad y la responsabilidad con la que algunas organizaciones actuamos, pensando en las víctimas del franquismo y lo que defendieron, permitió que la Plataforma Contra la Impunidad del Franquismo pudiera sobrevivir.
Esto tiene que cambiar. Tenemos que ser firmes en los principios y flexibles en los métodos y no al revés. Hay que retomar la cuestión y avanzar mediante consensos. No se trata de utilizar las noticias que genera un juez con proyección mediática para salir en la foto, sino de generar unas dinámicas de trabajo político y social que nos lleven a transformar en noticia lo que hacemos para que sea escuchado lo que decimos. Ha sido el esfuerzo realizado con las fosas, los libros, las charlas divulgativas, los documentales, las exposiciones y la construcción de redes de trabajo las que han creado la noticia y las que han posibilitado la toma de conciencia de miles de ciudadanos dispuestos a movilizarse; lo demás es humo que termina evaporándose.
El hecho de que dos organizaciones con puntos de vista distintos, la Federación Estatal de Foros por la Memoria y la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica, y las redes de personas y asociaciones que ambas han ido tejiendo a su alrededor a lo largo de la última década, hayan sido capaces de darse la mano con un objetivo mínimo común y que hayan coincidido en sus análisis, es la prueba evidente de que pueden hacerse cosas conjuntamente buscando puntos de unión y actuando con seriedad y sin tapujos. Es el trabajo el que marca las dinámicas de los movimientos, nadie puede arrogarse, ni instrumentalizar, impunemente el trabajo realizado por otros para defender objetivos e intereses que nada tienen que ver con la lucha por intentar poner en valor los ideales por los que millones de compañeros y compañeras dieron su vida.
Sobre el movimiento memorialista se perfila la sombra de una amenaza. Que nadie piense que la derecha española es una derecha liberal y moderada. Es heredera directa de las fuerzas que se sublevaron contra el Gobierno Democrático Legítimo y Legal de la II República. Basta escuchar las opiniones de muchos dirigentes del PP respecto a la Memoria Histórica para darse cuenta de que el poco apoyo recibido hasta ahora corre el riesgo de esfumarse y que intentarán, por todos los medios, destruir el movimiento memorialista. Sus abuelos les hicieron el trabajo sucio, y la recuperación de la memoria que realizamos señala directamente a los culpables, por eso harán lo que sea para acabar con el espíritu reivindicativo del movimiento. Intentarán que la cosa quede, a lo sumo, en exhumaciones desvinculadas de cualquier reivindicación de justicia, y mucho menos permitirán que el sentimiento de rebeldía que impregna este movimiento siga avanzando. En las elecciones municipales la situación se ha deteriorado bastante y en unos meses, si el PP consigue el gobierno, se deteriorará aún más. Por eso, la unidad es muy necesaria en estos momentos. Pero no una unidad baldía y hueca, sino una unidad basada en el consenso que las dos reivindicaciones básicas, expresadas al principio, y la acción concreta nos ha permitido tener.